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10 recomendaciones para el emprendimiento y el autoempleo

Aunque la idea de emprender y montar su propio negocio es algo que muchas personas se plantean en distintos momentos de su vida laboral, es habitual darle muchas vueltas incluso cuando se domina todo lo relacionado con la actividad que se quiere llevar a cabo, apareciendo normalmente dudas, incertidumbre y la sensación de no saber por donde empezar.

Se presentan a continuación 10 potentes consejos extraídos del libro La Oportunidad que te Mereces, que son realmente útiles para aquellas personas que se encuentren en esta situación:

Lo primero de todo es tener claro por qué se quiere emprender, qué se quiere conseguir y lo que se está dispuesto a invertir y arriesgar, tanto en recursos económicos como personales.

No es lo mismo ser un emprendedor que un soñador. Perseguir un sueño es algo admirable, pero para hacer que ese sueño se convierta en un negocio rentable hay que “tener los pies en la tierra” y en la mayoría de los casos exige una gran dedicación, preparación y trabajo, que normalmente también viene acompañado por la necesidad de una inversión económica.

Aunque siempre hay excepciones, se puede decir con base en la experiencia observada y los datos recogidos en estudios como el GEM, que si la única motivación que se tiene para emprender es la económica, el riesgo de fracaso es extremadamente alto.

Por otro lado, los emprendimientos exitosos se caracterizan por tener además de la económica, otro tipo de motivaciones más personales, que van desde la autorrealización, querer dejar huella, hacer un aporte a la sociedad, disfrutar de la práctica de una actividad, hasta aprovechar alguna habilidad o una oportunidad de mercado.

En este sentido, es conveniente antes de empezar con el desarrollo de la idea, hacer un análisis del propósito que les mueve, pudiendo utilizar para ello distintas herramientas que se pueden encontrar en la red, como por ejemplo el método “IKIGAI”.

Es importante cuestionarse la idea de negocio y tener muy clara la propuesta de valor, para lo que se pueden utilizar las siguientes preguntas:

¿Por qué se piensa que va a funcionar?; ¿Por qué alguien pagaría por ello?; ¿Cuál es su mercado?; ¿A qué personas va dirigido?; ¿Qué aporta a otras personas?; ¿Existen ya negocios que realicen la misma actividad o una parecida?; ¿Cuáles son sus características diferenciales con lo que ya existe?

Para que una idea de negocio sea considerable, debe cumplir al menos estas 3 cosas: tener demanda en un público objetivo, aportarle valor a ese público y disponer de al menos una característica diferencial a lo ya existente.

Aprovechar la experiencia de otros. Algo que marca la diferencia, reduce riesgos y acelera el camino hacia el éxito, es encontrar ejemplos de otras personas que hayan hecho algo parecido a lo que se quiere emprender, estudiando bien su caso e incluso si es posible, planteando la posibilidad de contar con alguna de esas personas como mentor.

La experiencia de otros emprendedores va a evitar caer en muchos errores y eso ahorrará tiempo, dinero y disgustos.

En este sentido, se pueden usar plataformas de ayuda al emprendimiento en internet como “mentorday.es” donde se pueden encontrar múltiples recursos y la posibilidad de ser mentorizado por expertos.

Recursos personales vs. necesidades de la actividad. Otro de los pasos previos que son imprescindibles en la puesta en marcha de cualquier negocio, es hacer un análisis riguroso y honesto de uno mismo, no solo de los conocimientos y habilidades de que se disponen, sino también de la personalidad, comportamiento y sobre todo de las carencias.

Además de evaluar los conocimientos técnicos y habilidades que se poseen, existen herramientas como el “test DISC” o el “test FORTE”, que pueden ayudar a tener un mejor autoconocimiento.

Se deben analizar cuáles van a ser las necesidades o requerimientos que el negocio va a tener y compararlas con lo que se puede ofrecer, de tal forma que salgan a la luz los posibles puntos fuertes y también las carencias que haya que cubrir.

Alguna de esas carencias se podrán solucionarlas mediante la preparación oportuna y para las otras habrá que buscar colaboradores, socios o profesionales externos que las cubran.

Intentar abarcar personalmente todo lo que implica la puesta en marcha de un negocio no suele ser una buena idea por muy bien preparado que se esté, pudiendo llegar a ser muy estresante y decepcionante.

La vida es mucho más que trabajar. Cuando se inicia un proyecto exigente y demandante como es el comienzo de una pequeña empresa o actividad profesional por cuenta propia, es muy fácil caer en dos errores:

Dedicarse totalmente al proyecto, descuidando el resto de las facetas de la vida. Al principio todo es nuevo y excitante, se está con la ilusión a tope y las 24 horas del día se quedan cortas para hacer todo lo que se tiene en mente, así que se descuida la alimentación, el descanso, el ocio, las relaciones sociales, etc., y al darse cuenta, se está “quemado” y la vida personal gravemente afectada.

Dedicarse a las tareas que más gustan y motivan, postergando aquellas que no “llaman” pero que pueden ser esenciales para el buen funcionamiento del negocio.

Por eso es muy importante que desde el principio se integre en la rutina de trabajo un método de Gestión Consciente del Tiempo (GCT), que busque el equilibrio y la conciliación con la vida personal, priorizando las cosas realmente importantes y buscando la máxima eficiencia.

En el libro “La Oportunidad que te Mereces” proponen seguir un decálogo de hábitos realmente útiles y aplicables para la GCT que junto con 5 recursos para mejorar la eficiencia, pueden ayudar a encontrar el equilibrio entre la vida personal y el trabajo como emprendedores.

Diseñar un completo plan de negocio es una de las partes más importantes.

Se debe intentar tener el mayor control posible de todo lo que va a influir en el éxito del negocio, porque incluso cuando se piensa que está todo bajo control, surgen cosas inesperadas que pueden ponerlo en peligro.

El plan de negocio debe quedar plasmado en un documento “vivo” que se pueda consultar y actualizar en cualquier momento, de forma que sirva como referencia tanto al emprendedor como al resto de personas que van a interaccionar con él o ella.

Un plan de negocio básico, debe contener al menos las siguientes partes:

Un documento que sirva para presentar la idea de negocio a cualquier persona, de forma simple y rápida.

Identificación de la necesidad que se cubre y el mercado al que se dirige.

Análisis del mercado actual y plan de introducción.

Definición de producto y establecimiento de precio.

Marketing y ventas. Cómo se va a dar a conocer el producto o servicio y cómo se va a conseguir que llegue al cliente.

Sistemática de trabajo, operaciones y logística.

Estimación de ventas, organización y gestión.

Aspectos jurídicos y legales.

Plan financiero y rentabilidad esperada.

Plan de seguimiento y control.

Estudiar bien la viabilidad y si es posible hacer una prueba antes de lanzarse a lo grande. Después de valorar, planificar y hacer números, hay que empezar a pensar en llevar a la práctica el proyecto y no vale ponerse excusas que impidan comenzar la actividad, pero tampoco precipitarse.

Es imprescindible diseñar una sistemática de trabajo, contemplando al detalle todos los procedimientos y necesidades que implique, teniendo en cuenta las barreras y dificultades que pueden aparecer.

Si es posible, una buena idea es hacer una prueba de producto y posteriormente plantear el inicio en fases sucesivas de complejidad creciente.

Buscar la financiación y solvencia que permita mantener el control.

Si el proyecto requiere una fuente de financiación externa, hay que asegurarse de que los “inversores” comprendan la sistemática de dirección del negocio que se ha diseñado, desde el primer momento.

Por otro lado, los inicios suelen ser económicamente “duros”, por lo que es recomendable incluir dentro del presupuesto inicial, un “colchón” que garantice la solvencia al menos durante el primer año.

Cuidar la marca personal y trabajar el Networking.

Aunque parezca que en negocios pequeños y tradicionales no es necesario, la marca personal del emprendedor está siempre ligada a la reputación de marca del negocio, sea el que sea.

Por eso es muy importante trabajar y cuidar la marca personal y la red de contactos, utilizando los medios más adecuados para el tipo de negocio, desde las asociaciones profesionales, asociaciones de comerciantes, eventos, exposiciones, plataformas profesionales, etc.

Tener siempre un plan B.

Se haga lo que se haga, incluso aunque se tenga hasta el más mínimo detalle bajo control, nadie garantiza que el negocio vaya a ser un éxito, pero si se tiene esto en cuenta, se puede buscar asesoramiento en la experiencia de otros emprendedores y añadir al plan de negocio un “plan B” o una “salida” alternativa que permita continuar de otra forma o empezar de nuevo, consiguiendo reducir de esta forma la incertidumbre que siempre acompaña un nuevo proyecto.

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